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LA CRUELDAD DE UNA MUJER ARREPENTIDA

De CECILIA DURAN MENA

 

Con la memoria hecha girones y la vida llena de tijeretazos,

arrastro los pies que ya olvidaron cómo caminar rápido. Me

siento en la banca frente a la iglesia a detener las quijadas con las

manos, como si con eso le diera soporte al cuerpo entero. Traigo

el mandil lleno de grasa y las mangas del suéter están llenas de

hoyos. La falda me cubre las piernas que tienen chorretes de

mugre. Hace tantos días que no me paso un peine por el pelo

que, si lo intentara, sospecho que no tendría éxito. De pronto,

escucho el clic de una cámara fotográfica.

Es muy temprano. La luz se calcifica entre las ramas

de los almendros en flor. Me duelen los huesos. Siento las

tripas enroscadas al cuello y seguro este aroma a amoniaco es

lo que atrae las moscas que revolotean a mi alrededor. Muevo

lentamente el cuello. Sé que lo oí, pero últimamente muchos de

los sonidos que escucho no parecen causar efectos en las demás

personas. Me temo que son mis ruidos personales. Pero éste es

diferente. Es real: el disparo de una cámara fotográfica. Estiro

la nuca. Sí, lo sabía. Éste sí lo oyó todo el mundo. La veo, pero

ella no se fija en mí. Está muy interesada en lo que sucede con su

pantalla.

El dedo índice recorre la superficie del aparato de

izquierda a derecha, como si estuviera pasando las hojas de un

libro que no le termina de gustar. Agita la cabeza de un lado

al otro tan despacio que el pelo no se mueve. No me gustan las

fotos. Cuando era niña le pedí a mi madre que me enterrara con

el vestido de Primera Comunión y que me hiciera un retrato,

para que no se olvidara de mí. No te vas a morir. Primero me

muero yo. Además, nunca te voy a retratar. Esas máquinas te

chupan el alma. Tuvo razón. Mamá siempre tenía razón en todo

lo que decía. Yo creo que alcanzaba a ver el futuro. Un cuchillo

le quitó la vida. Luego me morí yo, pero nadie se atreve a creerlo

porque dicen que tengo signos vitales de una quinceañera. Los

médicos piensan que estoy viva. ¡Pobres!

¡Qué susto te vas a sacar, niña, cuando te enteres que no

soy más que un fantasma! Si me vas a robar el alma, mejor me la

hubieras pedido. Flaco favor te hiciste al quedarte con el alma de

una muerta: eso es robar. Robar no es correcto. Elevas la mirada,

tienes ojos de perro ovejero y cara de gato de casa rica. Todavía

no te has dado cuenta. Ni sabes lo que te estás echando al lomo.

Andas disparando tu arma y no te enteras de los lamentos que

vienen después.

Me pica la cabeza y me rasco con fuerza. Eso te llama

la atención. Me miras con el mismo interés que verías un cuadro

en una galería y con la misma ternura que le dedicarías a la rata

que se come la basura en el bote al final del callejón. ¿Qué haces

aquí? Y ahora, ¿qué vas a hacer con eso que me robaste? Vuelves

a disparar. Oigo una ráfaga. Incluso te acercas. Te paras. Y ahí

va el dedo a repasar la pantalla. Me chupo las encías y trueno los

labios.

Haz lo que quieras, llévate lo que necesites, te lo regalo.

No hay necesidad de robar. Te lo doy todito. Soy como una

casa abandonada que ha estado deshabitada por tanto tiempo:

no necesito los muebles que tengo dentro. Llévatelo todo. De

todas formas, llevo tanto tiempo muerta que ya de nada me

sirve tenerlo. Si respiro es porque no he aprendido a tener los

pulmones quietos. Tal vez esa fotografía en la que te llevas mi

alma pueda tener la vida que a mí se me ha negado. A lo mejor

eso es una forma de esperanza.

¿Qué haces, por qué te acercas? El zumbido de las

moscas a mi alrededor eleva el volumen. Se sienta a mi lado.

Huele a jazmín. Oigo su voz como si hablara debajo del agua.

Extiende los brazos. Entiendo que me quiere enseñar las fotos. No

las quiero ver. Me tapo los ojos. Lo lamento, no quise asustarla.

Quiero pedir su autorización para publicar la foto. Mire qué bien

salió. No me pidas permiso de nada. Vete y haz lo que quieras. Sí,

publica la foto, llévate mi alma a un lugar mejor.

Señora, mil disculpas. No quise alterarla. Mire, mire, ya

la borré. Ya no hay fotos. Ya no hay nada. Le ruego me perdone.

No era mi intención. Oigo sus pasos, se aleja. La luz del sol se

opaca. Dijo que salí bien. Los fantasmas no salen en las fotos. No

te llevaste mi alma. También eso me negaste.

LA AMISTAD, LA SOLEDAD, EL AMOR

De Alberto Ibarrola Oyón

 

La amistad es un bello lazo musical

que promete exóticos viajes de sonrisas

en la laboriosa realidad de sables quebrados

por los combates diarios de guerreros sanguinarios.

La amistad es una magnolia enamorada

que invita y ofrece un delicado sabor

de vinos, naranjas y azafranes inducidos.

La soledad existe y acompaña en la noche maldita,

es el pasado de un hombre que huye de sí mismo,

que esconde los recuerdos en un fango de cerrojos

para que no le atormenten con sus deformes extremidades

aquellos que dedican sus risas tendenciosas

a los cantos voluptuosos de los canoros jilgueros.

La soledad es una hermosa doncella ruborizada

pero cruel, perversa y profundamente despiadada,

que sueña en su atrayente locura idolátrica

aniquilar la voluntad rendida de su amante

que, engañado, sólo percibe sus sensuales encantos

y no considera su corazón de serpientes asesinas.

El amor humano es un rubí de lunas llenas de primavera

que se amarra con acero forjado en la fragua de la noche

a los nichos floridos de un lazo pretencioso,

que aúna las voces quebradas de ciegos que se buscan

en la luz de una ficción que ofrece visiones encarnadas.

El amor humano es una colina de flores no clasificadas

que juegan con los obstáculos insalvables

de un calor engañado en el silencioso mar,

es el beso de un poema que sufre, llora y gime

por la muerte de los senos de una mariposa envidiada.

La amistad, la soledad, el amor humano,

vanos recuerdos de una existencia imaginaria

que viaja en las nubes de una fiebre necesaria.

Irascibilidad exhaustiva

de Brenda Abigail Carrizales Gudiño

 

Un hombre lame la sangre en el campo de guerra

consagrándolo así, como suyo

ese hombre no puedo ser yo:

mi glotonería es inasequible

la comparo sólo con la de Calígula

porque la cabeza que deseo

es la de la humanidad entera

aspiro a devorar en un caldo de sangre

el cerebro de ilustres pensadores

sobrepasar cada uno de mis estadios:

sentarme en un trono de hierro humeante

hasta aspirar mi carne hecha cenizas

Yo: mi irascibilidad exhaustiva

quien obliga a aquel hombre a lamer la sangre

a consagrar en mi nombre

mi nombre: soy yo

yo soy ese hombre

FOCO ROJO

de Brenda Abigail Carrizales Gudiño

 

Mis pensamientos son

El foco rojo de un burdel

Un garito de salinos aromas

Mis pensamientos son

La dentadura de una puta

el maquillaje que revela su inocencia

¿Y qué si soy lo que pienso,

Mientras pienso lo que no soy?

Un foco

Un burdel

Una puta:

Todos están a una noche de romperse,

Pero se aferran:

No será esta noche.

 

Hablando por escrito. Número 9

El nueve es un número simétrico que tiene un valor alegórico. Es una especie de casa en la que se albergan armonías que van más allá de la explicación filosófica o matemática y también es una sencilla figura: cabezona, con el rabo enroscado. El número nueve interviene frecuentemente en el imaginario colectivo. Guarda un orden de perfección en el que podemos imaginar mundos simbolizados por tres triángulos donde se albergan los cielos, la tierra y los infiernos. Esta no es una idea original, se les ocurrió a los griegos, a los chinos, a Dante, en fin, a tantos otros. También es el número de esta edición. El nueve representa la universalidad y es un símbolo de principio y fin.

Al ser el último dígito acaba con una serie y nos transporta a un plano distinto, al de las cifras acompañadas. Este número nueve de Pretextos literarios por escrito marca el inicio de dos secciones nuevas de la revista: Conversaciones y Perspectivas. En esta edición buscamos la idea de un nacimiento y la figura de germinación. Si Deméter tardó nueve días en encontrar a Perséfone, Leto padeció nueve noches los dolores de parto y de Zeus nacieron nueve musas frutos de nueve noches de amor, nosotros decidimos entregar dos nuevas propuestas.

Conversaciones será la sección en la que podamos platicar con personas que buscan pretextos para generar historias. El objetivo es charlar con autores sus las propuestas y las herramientas de las que se valen para contarnos algo fascinante.Vamos en busca de esa sutileza que nos atrapa y nos sumerge en la emoción y en la historia que nos quiere transmitir. El punto de encuentro puede ser una fotografía, un poema, un cuento, una instalación. Buscamos a los autores para que nos compartan esas pulsiones que llevan a crear. Apreciamos lo que nos dicen y descubrimos lo que hay detrás de lo que nos dijeron sin emitir palabras. Blub, un artista urbano florentino, estrena esta sección.

Perspectivas nos presenta anotaciones sobre el contenido de algún pretexto literario para darnos a conocer la opinión del ojo crítico que enfrenta a la obra artística. Nos muestra valoraciones estéticas o como lo dice el propio Dr. Ramón Moreno —quien inaugura esta sección reseñando un estupendo libro La mano de Onán —, nos da un manual para aproximarnos a la obra.

Con estas dos secciones Pretextos literarios por escrito persigue novedades para ponerlas a disposición de los lectores que. Queremos provocar interés y despertar curiosidad. Encender la llama que nos lleve a fijar la mirada en un punto específico. Este número viene impregnado de la ternura que le quiere dar color al blanco y negro, de la inteligencia de una propuesta que nos enseña que el arte tiene herramientas para enfrentar la crisis, del dolor que narra la vulnerabilidad de un personaje evidentemente autobiográfico, de crueldad y erotismo. Ofrecemos diversos tonos con el afán de liberar al lector de las torturas del

aburrimiento. Vamos detrás del impulso creativo que lleva a un autor a generar una pieza narrativa, algo que contar a partir de palabras o de imágenes. Perseguimos esa sincronía que hay entre lo que los autores plasman, la influencia de la sociedad en la que viven, para ponerla a disposición de esos ojos que recorren las páginas y cooperan para completar y cerrar el círculo. Queremos propiciar la interacción entre la imaginación del autor y de ese ojo observador. Ambicionamos con pasión ser ese vínculo. Seguimos firmes en nuestro afán, buscamos atrapar lectores para nunca dejarlos ir. Con ustedes, el número nueve.

 

La Editora General