por porescrito | Jun 20, 2017 | Ritmos
por Ernesto Reyes
Nadie tiene más de tres o cuatro
golpes de pincel por rostro
nadie
Ni siquiera quien
se ha esforzado por
hablar con muecas como
el ser más torbo,
abandonar de una vez
la letra
su semántica de
sombras
Recorridos todos los estudios de fotografía
donde todavía hay retratos
pintados con la luz de un corto instante
óvalos rugosos rectángulos risibles
alcanzados por la mancha segadora de Atenea
donde ahora viven algunos pares de ojos
unas narices
por encima de un atisbo de
sonrisa
resplandeciente bajo una capa
casi imperceptible de
efímero barniz:
Nada más que la plata que sacrifica
⎯más por fuerza que por gusto⎯
su brillo eterno y mineral
a cambio de revelar otro
más opaco y a todas luces animal:
la faz del ser
que solo ha de aspirar
a vivir en semejanza
de un padre semi eterno
cuyo rostro no verá.
por porescrito | Jun 20, 2017 | Ritmos
Ahora escucho el llanto de dos amantes:
Enséñame la calma,
no me condenes a mi sombra,
aléjame de mí,
del aliento de mi espíritu corrupto.
Tú, quien ahora vibras en los poemas,
en las saetas ardientes heridas por una voz,
en cada letra de un verso bello.
Encuentra su respuesta:
Poeta, que tanto quieres encontrar
ungido con ese nombre,
¿verdaderamente crees que un verso
podría mover una sola piedra,
dominar las superficies?
Si las ondas de tu voz
son tus penas,
mago de la tormenta,
quédate lejos de mí,
aleja tu llanto de mi pecho
que sigo virgen de arena.
por porescrito | Jun 20, 2017 | Ritmos
Si encontrarte en un sitio
escoger yo podría sería
en una fosa,
la calle, sombría y caliente.
Y quisiera verte siempre
mártir,
fuera culpas,
me vendería por
que murieras con las manos
tranquilas,
pasivas. Sin voluntad,
acaso masacrada por fuerzas
ajenas,
como muere la juventud
en el siglo de magia y
milagros:
aniquilada por lo ajeno, mártir.
Consolaría el horror
de verte hecha un péndulo
y lavaría los estigmas
de mi nombre.
por porescrito | Jun 20, 2017 | Ritmos
Réplica al poema La ciudad de C.P. Cavafis.
Recuerdas la tormenta de silenciosos agravios,
los jinetes embrujados que cabalgaban hasta la aurora,
las desidias que enloquecían las amistades,
y quieres cambiarlo, quieres mejorar el ayer.
Pero las dudas pesan y lastiman tu conciencia,
los temores y frustraciones influyen en tu mirada
y tu alma habitada por recipientes quebrados
se trasforma en un dolor insano e intolerable.
Las decepciones y los fracasos, indudablemente,
ahuyentaron a los sensibles amigos de antaño,
te hieren todavía en el corazón lacerado
y no eres capaz de cerrar tus heridas solitarias.
Las vanas palabras de mujeres extraviadas
no se han ido aún de tu vida, ni se irán.
En cualquier caso, pese a las sombras perversas
que se proyectan sobre tu memoria,
piensas en regresar coronado de laureles
cuando la ciudad de los pecados que te sonrojan
no alberga ya aquellos edificios depravados,
no contiene las imágenes que te trastornaron,
porque ya ni siquiera existe, no es.
Al cesar en el errático peregrinaje
que solicitaste entre aquellas rúas aborrecidas,
desapareció aniquilada por espectros satánicos
que aguardaban tu huida para silenciarla.
Estás completamente solo, intensamente solo,
la ciudad solo se hallaba en tu imaginación,
y la sonrisa rencorosa en tu rostro desordenado
no sirve para dotarla de realidad tangible.
Vives atormentado por un ayer que nadie recuerda.
¡Despierta de esta muerte de pasados irrecuperables!
La ciudad que añoras no te hablaba ni te amaba,
a sus habitantes ya los conoces, y los abandonaste.
Piensa en las bellas muchachas que te desean,
en los gorriones que te ofrecen copas de un néctar
que, soberbio, nunca habías deseado degustar.
Tu juventud será el bálsamo de la tristeza y la desesperanza,
la madurez será un lagar de luciérnagas serenas,
y la senectud, cuando llegue, será buena para recordar,
pero no esas viejas historias, no esos sentimientos vulgares,
sino los hechos de una vida realizada, tu vida.
por porescrito | Jun 20, 2017 | Firmas
de María Elena Sarmiento
Ésta es la historia de un hombre normal, de esos que trabajan para vivir y viven para trabajar. Este fulano tuvo una infancia como la de cualquier otro. Quería ser bombero, policía no, porque a su mamá le inspiraban más miedo que respeto, futbolista, astronauta, abogado como su papá o súper héroe, ¿por qué no? Soñaba con salvar al mundo de una catástrofe y con encontrar la cura para el hijo del plomero que tenía síndrome de down.
Nuestro personaje supo, como todo el mundo sabe, que tenía que ganar dinero para ser feliz y eligió la carrera fácil, ésa que le implicaba dieciocho horas de estudio al día para aprobar las materias y que le permitió agregar, con toda honestidad, la abreviatura de licenciado en sus tarjetas de presentación. Obtuvo su primer trabajo y cumplió los sueños de otro, no nos queda muy claro de quién, pero es evidente que eso es lo que debe hacer un ciudadano respetable.
Dio el anticipo para un departamento y se hipotecó por treinta años, si todo salía bien. Dentro de sus cuatro paredes, pronto invitó a una mujer a vivir con él. Con los gastos compartidos, resultaba más fácil pagar la ropa de marca que necesitaban para convivir con su nuevo grupo de amigos tan selectos. No tuvieron hijos de inmediato (salen muy caros). Fue una suerte porque no resultó ser la adecuada para la vida que nuestro sujeto se había imaginado. Desfilaron tres más, una tras otra. Lo más difícil era hacerles espacio en los armarios que él había ido llenando a través de años de shopping en el extranjero.
Una se embarazó y eso la convirtió en la definitiva. Había que casarse por aquello de que la sociedad discrimina todavía a los hijos fuera del matrimonio. Un varoncito y, a los dos años, una niña. ¡Qué felicidad! Seguro más para la madre, que ahora ya se dedica de tiempo completo a cuidarlos.
En sus ratos libres, el hombre quiere ser futbolista. Ya no tiene edad. Se lastima la rodilla. Se le ha olvidado que un día quiso apagar incendios, pero su convertible rojo se parece un poco al carro de bomberos que de niño vio pasar como un bólido por la avenida. Quiere ser súper héroe, pero todos sabemos que esos no existen en la realidad. Se conforma con parecerlo. Cada día se entuba más los pantalones. Sería cursi ponerse unas mallas cuando ha substituido la corbata por la capa. Se vuelve intrépido. Se consigue una amante (o dos). Se obliga a usar preservativos. ¡Hay que ser responsable, caramba!
Cuando se da cuenta de que se le han pasado las décadas, se tiñe el cabello. Se inscribe al gimnasio, aunque sólo vaya los primeros dos días del mes. Así sigue su vida. No logra descubrir qué es lo que le hace sentirse un fracasado.
Esta historia es sólo ficción. Nadie conoce a un hombre así.